domingo, 17 de julio de 2016

20 CON 2O DIÁLOGOS CON POETAS ESPAÑOLAS ACTUALES ROSA GARCÍA RAYEGO / MARISOL SÁNCHEZ GÓMEZ



En primer lugar, dar las gracias a Marisol Sánchez Gómez, porque sin apenas conocerme o apenas conociéndome 10 minutos, me ofreció presentar esta Antología “20 con 20  Diálogos con poetas españolas actuales” editada por Huerga y Fierro.  Como suelo ser impulsivo y estar un poco loco acepté el envite. Y aquí estamos puestos en materia. Me toca decir algo original, coherente y medianamente entretenido sobre esta antología que, antes o después, alguien con más o menos virulencia, paternalismo o desacierto calificará de antología de género, en el sentido negativo del término, ya que está compuesta solo  por mujeres,  cuando este término debería estar ya superado, y nadie lo aplica a la inversa, cuando es una antología integrada solo por hombres o solo por hombres con su preceptiva cuota  femenina políticamente correcta.  Yo voy centrarme  en un solo aspecto de la misma que me interesa sobremanera como poeta y al que he dedicado mucho tiempo y muchos poemas: las razones por las que se escribe, qué motiva a un hombre o a una mujer a escribir, ya que la antología incluye unas sugerentes poéticas de cada una de las autoras.  Sin embargo antes de adentrarme en un  somero repaso de las diferentes poéticas, un par de comentarios intrascendentes o fuera de lugar. ¿Era necesaria una nueva antología sobre poesía escrita por mujeres tras las que se enumeran en el prólogo por las propias antólogas?  Lo digo porque yo soy de los que opinan que las antologías, sean masculinas, femeninas, mixtas o ambivalentes,  son a la poesía como las encuestas a las elecciones políticas. O sea, que sirven para bien poco o se equivocan mucho. Todo depende de cómo queramos verlas, si como apuesta personal y de riesgo por unos poetas, o como radiografía poética o foto fija de un momento histórico preciso. Habrá que concluir que era necesaria  no solo está antología sino que son necesarias algunas más que incluyan toda la diversidad y riqueza de la poesía escrita por mujeres. Las poetas incluidas en esta antología están lejos de aquellas poetas antologadas en 1953 por José Luis Martínez Redondo en “Poesía femenina” y sobre las cuales el propio editor, que no debía de creer mucho en el material con el que trabajaba, dijo: “Son mujeres sencillas que han escrito su sencilla poesía en las sencillas provincias de España”. Desde luego este comentario es difícilmente aplicable a las poetas aquí seleccionadas. También estamos muy lejos aquí de los términos que el poeta F. Bejarano utilizaba en su artículo “Poetisas” publicado  en 1990 en el Diario de Cádiz: “Las poetisas han tenido tradicionalmente mala fama porque, en general, suelen ser malas escritoras, insustanciales y de escaso interés, repetitivas, monótonas…” Craso error. Nada más lejos de la realidad.
Para  entrar con buen pie en mi breve síntesis  de las poetas antologadas voy a leer un poema de una escritora y poeta norteamericana que quizás debería servir de prólogo a cualquier antología  de género que se precie. O no. El poema se titula “Los mandamientos” y fue escrito por Erica Jong.




LOS MANDAMIENTOS
No querrás de veras ser poet(is)a. Primero, si
eres mujer, tienes que ser tres veces mejor que
cualquiera de los hombres.- Segundo, tienes que
acostarte con todo el mundo. Y  tercero, tienes
que haberte muerto.
[Poeta masculino, en conversación]
Si una mujer quiere ser poeta
debe de dormir cerca de la luna a cara abierta;
debe caminar a través de sí misma estudiando el paisaje;
no debe escribir sus poemas con sangre menstrual.

Si una mujer quiere ser poeta
debe correr hacia atrás en torno al volcán;
debe palpar el movimiento a lo largo de sus grietas;
no debe conseguir un doctorado en sismografía.

Si una mujer quiere ser poeta
no debe acostarse con manuscritos incircunscritos,
no debe escribir odas a sus abortos;
no debe hacer caldos de vieja carne de unicornio.

Si una mujer quiere ser poeta
debe leer libros de cocina francesa y de legumbres chinas;
debe chupar poetas franceses para refrescar su aliento;
no debe masturbarse en talleres de poesía.

Si una mujer quiere ser poeta
debe pelar los vellos de sus pupilas;
debe escuchar la respiración de los hombres durmientes;
debe escuchar los espacios entre esa respiración.

Si una mujer quiere ser poeta
no debe escribir sus poemas con pena artificial;
debe rezar para que sus hijos sean mujeres;
debe perdonar a su padre su esperma más valiente.


Veinte poéticas resumidas en dos folios y medio.  Comienzo por Isabel Fresco, que es también quien inicia por edad la Antología. A ella “La poesía le parece una forma de inteligencia, una manera de entender e interpretar el mundo…y la creación poética  es una especie de revelación…que ilumina y desvela secretas analogías. Todo ello envuelto en un deseo de conocimiento, de belleza y de libertad”. Para ella, escribir es realizar la entrega de uno mismo, regalarse a uno mismo porque sí. Es un acto de amor y un osadía”. Para María Luisa Mora Alameda “La poesía no ha sido elegida por mí. Creo que ha sido ella la que me eligió. Habla de intuición, de realismo y de autobiografía. De que hay muchas razones por las que se escribe, pero que ella personalmente escribe a modo de catarsis, porque a veces la poesía es un asidero y otras veces una luz que guía.” Graciela Baquero Ruibal se pregunta: “¿Cómo hablar de mi poesía cuando la escribo para no dar explicaciones? Ella siente que no es ella la que escribe sino el animal que la habita, la bestia. Y un poco como María Luisa Mora afirma que “no, yo no elegí la poesía, desde niña me alimenté de ella, porque producía en mí un conocimiento mágico que me permitía apreciar la vida con mayor profundidad” Graciela siempre ha entendido la poesía como una forma de conocimiento que se produce a través de la emoción y convierte el poema en una ofrenda”. Tulia Guisado es otra de las poetas que considera que “no eliges la poesía. Un día ardes. Un día miras y ves.” Opina que la poesía surge de una necesidad de decir  y ella escribe para entender, para conocer, para y por ver, para que la realidad sea. Ahondando en el tema, añade: la poesía es la vana tentación de detener el tiempo, el incendio constante. La poesía es reflexión sobre el lenguaje y no es un refugio ni una huida. Es el lugar donde levantar una casa y vivir. Como se ha tomado muy en serio el asunto sigue añadiendo definiciones. La poesía es un vehículo para acceder a otra realidad y al mismo tiempo el lenguaje poético puede ser una forma de ocultarse, una coartada. Y remata. El poema surge del incendio y el fuego es inconsciente, aunque el proceso creativo no. No se va al incendio ni se huye de él. El incendio es uno mismo, en este caso de  una misma. Dos son las ideas que destaca Aurora Luque en su poética. Una es que “la poesía hay que consumirla muy lentamente, saboreándola. Y otra que más que un vehículo de expresión artística, la poesía es el vehículo en el que ella se desplaza por la vida. Dice Isabel Bono: “Escribo porque escribir es no estar. No estar aquí. Escribir es estar en otro lugar o en ninguno.  Para ella, el poeta debería ser un simple médium y la poesía viene de la intuición, y que se escribe para no olvidar y a la vez para añadir perspectiva y añade que ella escribe porque “Escribir me salva. No sé de qué, pero sé que me salva”. Concibe la poesía Mercedes Escolano, como un viaje de introspección personal en el que el poeta deja entrever símbolos que hablan al lector de sentimientos, actitudes vitales, conocimientos adquiridos a lo largo de los años, complicidad y reflexiones sobre la vida. Guadalupe Grande quiere pensar como María Zambrano que la poesía no intenta retener lo que ya tiene…si no que va en busca de lo que aún no tiene. Le gusta creer que la poesía es una estación de ida y vuelta, un laberinto en el que rescata del olvido acontecimientos y seres que han dejado de significar. Para ella la conciencia poética es iluminación y memoria, intuición, presagio y azar. Nos habla Ana Merino de cómo sentía la poesía en su adolescencia como celebración, como un idioma que la representaba. La poesía era una mirada parecida al pensamiento puro que podía definir los sentimientos. La palabra era el instrumento con el que la poeta se construía a sí misma. Vanesa Pérez-Sahuquillo no sabe ni cómo escribe ni de dónde  viene lo que escribe, pero ama la poesía y la concibe como el género de la libertad; un género que ilumina primero el caos y proporciona respuestas a las preguntas. Define la poesía como una pesca misteriosa en la que el objeto capturado en vez de morir adquiere la capacidad de brillar. Para Eva Gallud, la función de la poesía es mostrar la belleza de los lugares indeseables y en un poema define la poesía como un grito absurdo y comenta que se siente libre entre los límites del poema, en la concentración de la idea y en la palabra destilada; y suscribe unas frase de Alejandra Pizarnik: “Todo poeta se define por el ritmo particular de su respiración poética y por una pequeña cantidad de imágenes a las que siempre vuelve”. Raquel Lanseros va directa: Los versos son una traducción en palabras de nuestra propia alma tanto individual  como colectiva. Admira diversas definiciones  ya acuñadas de poesía: como palabra en el tiempo, como lo real absurdo o como ciencia del ser. Miriam Reyes es escueta. Cada poema es una exploración y el poema no tiene un significado.  Escueta también es Ana Patricia Moya: Escribo poemas porque me apetece. Respeto a los poetas vocacionales o profesionales, pero solo escribo por puro desahogo. Ana Vega se enfrenta a la escritura como a un modo de búsqueda infinita. Afirma que la escritura llega donde no alcanzan ni el ojo ni el oído ni las manos. Para ella la poesía es vencer el silencio y tomar las riendas y dice que en su poesía no solo hay verdad  sino búsqueda de la verdad. Firmaría ese aforismo de Marguerite Duras que afirma que escribir es contar una historia que ocurre por ausencia. La poesía es el idioma en el que yo puedo, al fin, explicarme lo que ocurre. Lo que ocurre no es lo que veo o lo que me cuentan cada día, lo que veo está detrás de todo eso, así comienza Isabel García Mellado, para luego continuar  afirmando que la poesía trata de alcanzar la verdad y trata de alcanzarla de un modo intuitivo y termina confesando que escribe porque lo necesita y cuando lo necesita y lo único que persigue cuando escribe es comprender. Sandra Santana entiende el arte en general como un saber de la inutilidad y para ella lo importante en el acto de escribir es la mano, que es la que debe conducir hacia el espacio imaginado donde dibuja aquello que al escritor le gustaría leer, donde delinear con el lenguaje eso que nadie ha visto todavía. Es la mano la que se detiene muda sobre la carne del lenguaje y deja aparecer la blancura de la página. Laura Casielles es rotunda: el acto físico de escribir cuesta, como si fuera el intento de agarrar el agua y esa escritura que cuesta tanto  o es por amor o no es. Y resalta que es por amor en tanto que un acto de amor es compartir. Conclusión; el poema es el gesto de rescatar algo para ponerlo en otras manos. Virginia Cantó   se refugia en las palabras de alguien que alguna vez le comentó que “escribir poesía no consiste en realizar el ejercicio de crear algo sino que es el producto de recrear nada”. De ahí llega a la confirmación de que la poesía es otra forma de nombrar la vida y como la vida no siempre nos contempla con el mismo semblante hay que perseguir el poema que no sea un artificio ajeno a nosotros sino un poema que nos contemple y nos incluya. Y para culminar este 20 con 20, Martha Asunción Alonso que no tiene la más remota idea de lo que es poesía y con total sinceridad nos los confiesa: yo no  sé lo que es la poesía. Según ella, tiene una demonia, como otras tienen una bestia o una mano que escribe los poemas por ella y esa demonia acaricia solo un par de certezas; que la poesía sirve para algo, aunque no separa para qué, y que la poesía tiene algo o todo de llama. Supongo que la demonia que escribe los poemas de Martha Asunción Alonso es la autora de este pequeño verso memorable: Mi alma es el encefalograma plano del poema. Y hasta  aquí les puedo contar. Dejo ante ustedes ,y empleo el término a sabiendas de que se me va a tachar de paternalista o algo peor, este amplio abanico de voces femeninas, o si prefieren algo más del género masculino, este puñados de poetas y versos,  esperando que este somero repaso de las poéticas de las diversas autoras aquí incluidas  les aclare algo sobre el estado actual de la poesía en general, o no,  o sobre el estado de la poesía de género en particular, o, al menos, les incite a comprar esta antología donde, aunque alguna poeta afirma que no tiene ni idea de por qué escribe poesía, y otra se descuelga con que la poesía es catarsis ,y otra insinúa que no sabe ni cómo ni dónde escribe, y alguna confirma que escribe poemas porque le apetece, a modo de desahogo, y un par aluden a que la poesía es el idioma que las representa o con el que pueden explicarse, y  unas cuantas consideran la poesía como revelación o como iluminación, como fuego o como incendio, o como vehículo o como viaje, o como acto de amor o de ofrenda, o como exploración, o como grito, creo que sobran las explicaciones,  porque la poesía es palabra que habla por sí misma y desde sí misma y ensimismadamente,  y en esta antología abunda la poesía que no necesita ni poéticas que la sostengan ni presentadores que la alaben, sino publico que se acerque a ella con devoción; poesía como un refugio, poesía que se defiende por sí misma, como un acto de resistencia frente a las agresiones de mundo, que siempre es presente imperfecto.