domingo, 21 de septiembre de 2014

LA FIESTA DE LA INSIGNIFICANCIA MILAN KUNDERA


Mi amigos me envidian y me detestan a partes y iguales porque suelo ser excesivamente brillante cuando me molesto hablar. Siempre tengo la respuesta en la boca casi antes que hagan la pregunta. Siempre poseo una replica a la altura de las circunstancias, una frase de doble sentido o una respuesta que descoloca. Han sido muchos años de entrenamiento.Y cuando no la tengo me callo, cosa que otros no suelen hacer. Pero no siempre fue así. Durante muchos años fui el niño que era un cero a la izquierda, durante muchos años intenté pasar desapercibido en clase a pesar de conocer las respuestas a las preguntas, durante mucho, mucho tiempo, sufrí, me sentí culpable, anhelé ser un fantasma, el hombre invisible, un ser insignificante. Aunque los demás pensasen que por eso mismo era un mediocre. Porque quien calla otorga.  Milán Kundera [Brno, 1929] en su última novela viene a demostrar que la insignificancia es una valor en alza. O debería serlo en una sociedad tan estúpida y homogénea  como lo es la actual. Kundera a sus 85 años no ha escrito una obra maestra después de 14 años de silencio. Desde el 2000 cuando publicó "La ignorancia". Hemos pasado de la ignorancia a la insignificancia. No. A sus 85 años Kundera se ha sentido lo bastante libre para escribir lo que le ha dado la gana. Y le ha salido un vodevil. Algo muy francés. Algo muy liviano en apariencia, leve como el ala aleve de un leve abanico de plumas de ángel. Una  novela que no es una novela sino una  obra de  teatro para títeres de la cachiporra. Una farsa, un esperpento, que no hubiera desdeñado Valle Inclán. Un grupo de amigos que pasean por París, van a una fiesta y siguen paseando por París. Ésa es la trama. Quizá lo que hacen no es importante. Lo importante está en lo que dicen, aunque lo digan en un lenguaje inventado para la ocasión: el paquistaní, pero con k. Se mienten unos a otros. Podría ser una obra de teatro con acotaciones de entradas y salidas. Los personajes cuentan anécdotas. Se habla de Stalin y unas perdices. Uno de los personajes habla de su madre. Otro se inventa una enfermedad mortal. Otro intenta ver una exposición de Chagal, pero siempre termina desistiendo ante las colas interminables. Hay plumas de ángeles y Armagnac. Los personajes intentan llenar el vacío de la soledad. "El ser humano no es sino soledad. Una soledad rodeada de soledades". La novela o la obra de teatro que se intuye, comienza  hablando del erotismo de los ombligos, que ha venido a sustituir al erotismo de las nalgas y los pechos y  los muslos y acaba con Stalin disparando a las estatuas de las reinas de Francia. Pasamos del erotismo del deseo al erotismo de la exhibición. La sociedad contemporánea nos ha cosificado y uniformizado hasta convertirnos en  seres estúpidos. Kundera nos habla de asuntos muy serios de la realidad social de esta época pero se permite el lujo de hacerlo desde la ironía reflexiva y la sátira constructiva. No evita los episodios grotescos. El asunto de la incontinencia urinaria, por ejemplo. Deducimos que  vivimos en una sociedad profundamente deshonesta y nihilista, pero Kundera se lo toma con buen humor porque solo desde ese punto de vista es posible aceptar al otro y retratar a una sociedad actual  y a un poder político y económico que han perdido el sentido del humor. La tiranía carece de humor y de ironía para reirse de sí misma. Kundera realiza un recital de inteligencia y dobles sentidos. Es brillante aunque nos habla de la insignificancia, que es intentar no ser brillante, de la inutilidad de ser brillante. Es paradójico. Hay que alcanzar los 85 años - haber trabajado como pianista de jazz o limpiador de escaparates- para lograr escribir esta novela que ni siquiera es una novela, se quedaría casi en nouvelle. En apenas 138 páginas Kundera elabora un discurso humorístico sobre los males que gobiernan el destino del  hombre del actual.  Un discurso lúcido y honesto sobre la banalidad del presente y la banalidad del mal. "La vida es una lucha de todos contra todos". Una nouvelle que es una obra de teatro para cinco personajes y autor omnipresente en siete capítulos o escenas. Una novela de estructura libérrima, a ratos musical, a ratos como si se tratase de un puzzle donde los fragmentos encajan por contigüidad. Un artefacto literario que nos obliga a pensar, aunque a veces, lo que pensemos no esté de acuerdo con lo que el autor nos dice. A mi me ha sucedido con una de las afirmaciones: "La vida es más fuerte que la muerte, porque la vida se alimenta de la muerte".  Para un pesimista como yo siempre será a la inversa: "La muerte es más fuerte que la vida, porque la muerte se alimenta de la vida". Se trata solo de una pequeña discrepancia. Por los demás les recomiendo encarecidamente que compren entradas para está fiesta de la insignificancia. El precio es módico y la risa está garantizada.

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