sábado, 26 de abril de 2014

POLVO EN LOS LABIOS MONTERO GLEZ


No suelo escribir sobre lo que no me interesa, aunque lo haya leído. Si  después de leer un libro o ver una película me parece que no merece la pena perder el tiempo en criticar su carencias ni me molesto en reseñar su existencia. A veces, uno no está de acuerdo con lo que lee o con lo que acaba de ver, pero intuye que al autor no le falta talento o como diría alguno de los personajes de uno de estos cuentos "cojines". Lo cierto es que los relatos de "Polvo en los labios" de Montero Glez [1965, Madrid] son desiguales, pero todos poseen una cualidad rara de encontrar. Solo los podría haber escrito quien los ha escrito. Montero Glez es su estilo y su estilo es puro teatro literario,  fuego de artificio, esperpento y salmodia, truculencia de cartón piedra y sexo primario y primitivo y poco normativo. Es fácil que con estas coordenadas, a poco que el autor se descuide se le vayan lo cuentos a tomar por. Y aquí me pongo en plan Fernando Aramburu. Con estos cuentos de seres en el extremo de lo inconcebible, sean estos;  La chata y su vestido amarillo, Greta Garbo y su perro, Chet Baker y la foto de un torero, un pirata/contrabandista  mujeriego de nuestra época, o un ladrón de chuchos de tres al cuarto sin dos dedos de frente,  bordea a cada instante el abismo del ridículo, pero en la mayoría de las ocasiones tan solo lo bordea y el desastre no se consuma. Es verdad que los finales sorpresa no funcionan, siempre porque se ven venir. Es verdad que los hombres de estos cuentos son hombres con lo que hay que tener entre las piernas y que las mujeres si no son todas unas putas están asimiladas al concepto. Es verdad que la mayoría de los relatos no van más allá del enunciado y son poco menos que un retrato de costumbres de un determinado momento histórico. Realismo sucio costumbrista, sería el término.Esperpento cutre de lujo. No hay muchas posibilidades de segundas lecturas. La cosa se queda en el efímero placer del instante, siempre y cuando entres en el mundo literario de Montero Glez. Si no es así, los relatos se te antojarán abruptos, caprichosos y plúmbeos. Ejercicios de estilo con mucho estilo y cierta gracia para las metáforas chocantes, especialmente las erótica. También con una ligera tendencia a la sal gorda y al trazo grueso. Y de tarde en tarde, entre el fulgor de una prosa barroca y lisonjera, algún párrafo donde realidad y deseo se funden en cuerpo y alma: Es preciso recordar que no existe trabajo más duro en el mundo que el de ponerse a buscarlo. Eso sigue siendo igual cien años después, como si desde arriba hubiesen atorado de mierda la lucha obrera, convirtiendo el camino de la dignidad del trabajador en un fangal de excrementos y aguas sucias. Y así, ayer igual a hoy, mezclado con el joven sin empleo viaja el peón de albañil, y junto a ellos, el representante de firma...Desde luego, leer a Montero Glez de seguido sin pausa ni respiro, cansa, pero a pequeños sorbos, como el champán, puede ser estimulante. 

viernes, 25 de abril de 2014

UNA FORMA DE VIDA AMÉLIE NOTHOMB


Quienes sigan este blog deben ya conocer mi fascinación por esta escritora belga de origen japonés o japonesa de origen belga sobre la que ya he escrito en más de una ocasión.  Imagino que es una escritora en tierra de nadie, o sea, en su propio paraíso.  Las novelas de Amélie Nothomb [Kobe, 1967] son fragmentos de un territorio mental donde no existen mapas ni brújulas ni otros instrumentos de orientación. Un territorio peligroso. La Nothomb obliga a pensar. Te coge por las solapas en la primera página y te arrastra a la ficción como si te arrastrase al fondo de un pozo y mientras caes te obliga a resolver complicados trabalenguas mentales y sofisticados ejercicios de crítica literaria  y social. Aquella mañana, recibí una carta distinta a todas las demás. Ése es el empujón y comienza la caída. Así de simple. Así de efectivo. Éste es el comienzo de "Una forma de vida" [Anagrama, 2012] A la Nothombo procuro leerla saltándome libros. Una dosis excesiva afecta gravemente a la salud mental del lector crítico. Voy y vengo. Luego recupero las obras que me salté. Saltarse el orden literario de un autor tan pródigo como Amélie Nothomb tiene ventajas estimulantes. El argumento es simple como en la mayoría de sus artefactos de relojería literaria. Una situación única, dos personajes, dos voces, variadas elipsis. Humor negro a paladas. Argumento: la novelista Amélie N. recibe una carta de un lector. Un lector peculiar. Un soldado norteamericano, Melvin Mapple, destinado en Irak. Un soldado con una enfermedad común entre los soldados norteamericanos destinados en Irak, que es lo mismo que afirmar que tiene una enfermedad moral. La novela es una novela epistolar a ratos. Ya no se escriben novelas epistolares. Apenas.  Ésta es una  novela epistolar repleta de humor negro y kilos de más. La obesidad  no como método de supervivencia sino como método de resistencia frente al horror de la guerra. La Nothomb juega a la paradoja grotesca. Los obesos como yo siempre están en primera línea...salta a la vista: un obseso constituye el mejor escudo humano...donde un cuerpo normal protege a un individuo, el mío protege a dos o tres. La autora va sumando frases ingeniosas y contundentes: Los obesos pueden estar seguros de que se quedarán aquí hasta el último día...para multiplicar las posibilidades de que nos asesinen.  Otra: La comida es una droga igual que cualquier otra y resulta  más fácil traficar con donuts que con coca.  Y más: Las personas son como países. Resulta maravilloso que haya tantos... Las novelas de Amélie Nothomb son una oportunidad para engarzar diferentes aforismos propios o robados, qué importa, con los que dar densidad a un argumento que normalmente bordea el disparate sublime. Un artista que no duda es un individuo tan agobiante como un seductor que se cree en tierra conquistada. // El hambre epistolar es un arte, y yo aspiro a alcanzar la excelencia. // Uno no se hace artista para ser comprendido por sus padres. // ...la lectura permite descubrir al otro conservando esa profundidad  que sólo se tiene cuando estás solo. //...antes morir que dejar de cumplir con mi deber electoral. // Sólo existe una manera de solucionar  una dificultad de escritura, y es escribir. // La confidencia te salva de la asfixia. // Todo escritor lleva a un estafador en su interior.// Y entre los aforismos robados éste, delicioso, de Madame de Sévigné: Perdonadme, no tengo tiempo para ser breve. Leer a Amélie Nothomb es un placer. Un acto puro de ociosidad inteligente. 

lunes, 21 de abril de 2014

TREN NOCTURNO A LISBOA


Las críticas, por los menos las aparecidas en diarios y periódicos españoles son contundentes. Y negativas. [Tediosa. Poesía de postal rancia. Despropósito metafísico. Impostada y previsible. ] Pero yo jamás he ido a ver una película por sus malas o buenas críticas. Como tampoco he leído o dejado de leer un libro por una reseña positiva o negativa.  Como me gusta llevar la contraria diré que me ha gustado "Tren nocturno a Lisboa". Y me ha gustado quizá, a pesar del director[Billie August] correcto, pero poco más y a pesar de los actores; solventes  todos, pero ninguno que haya ido más allá de la piel superficial del personaje que interpreta. La historia es previsible, posiblemente;  antigua y pasada de moda, quizá, dirán algunos. ¿Importa mucho? Entonces qué me ha gustado de está película, que tan escasas simpatías despierta entre los críticos especializados.  Puede que la suma de todos los ingredientes no funcione al cien por cien, pero mientas uno está dentro de la película, uno siente que por momentos se abren algunas grietas en su superficie y las cosas son como deberían ser. Hay secuencias en las cuales el tempo es el que debería ser. La trama, basada en una novela filosófica de Pascal Mercier, cuenta demasiadas cosas  de manera demasiado esquemática. Apenas se esboza la aburrida y gris vida del protagonista, la secuencia del intento de suicidio  es artificiosa, pero los instantes del viaje nocturno a Lisboa y el nuevo renacer espiritual del protagonista tienen la fuerza que deberían tener. Algunos personajes deberían tener más peso. Algunos temas colaterales merecerían una película propia: la relación de Amadeo con su hermana y con sus padre, la historia de amor y desamor con la mujer que lo recuerda todo, la amistada traicionada, la lucha contra la dictadura salazarista. Puede que lo que me haya cautivado de esta película según algunos impostada y previsible, con poesía de postal rancia, y titulo maravilloso que esconde una historia tediosa, sea su tono sosegado, reflexivo, que invita a pensar, que no te obliga a correr detrás del protagonista sino que te invita a acompañarlo al pasado a través de elaborados flasbacks  perfectamente calculados y que lo que te está contando es algo que te atañe como ser humano y no un divertimento plúmbeo para pasar la tarde del domingo ajeno a esta crisis con fecha de comienzo  y puede que fecha de termino [cuando a ellos le venga en gana, es de suponer] que nos están novelando los políticos y autoridades económicas varias. Se trata de una película honesta que enseña sus cartas desde el principio y que no engaña  ni intenta engañar a nadie. Intuyo que parte del encanto de "Tren nocturno a Lisboa" proviene de la novela de Mercier, que no he leído: Cuando dejamos un lugar, dejamos en el mismo tiempo una parte de nosotros mismos. Esta parte se queda  aunque ya no estemos allí. Hay cosas que solo se pueden encontrar si volvemos a un lugar. 

viernes, 18 de abril de 2014

ÁVIDAS PRETENSIONES, FERNANDO ARAMBURU


Me parecieron notables y nada maniqueos los cuentos de "Peces de amargura" [2006] de Fernando Aramburu [San Sebastián, 1959] por eso, yo que soy tan poco dado a la lectura de novela larga [411 páginas], decidí  reincidir en el autor nada más conocer el argumento de "Ávidas pretensiones": unas jornadas poéticas en un convento dejado de la mano de Dios en un pueblo de la España yerma y  profunda. Hay que tener orgullo torero y valor literario para encerrar una treintena de poetas de diversas  y diferentes tendencias,  edades,  géneros y catadura moral, y salir victorioso del empeño. Aramburu lo logra con creces y tira de sabiduría literaria, olfato crítico, agudeza de oído y mala leche verbal, para contarnos estas jornadas poéticas en  Casacristo. Desde la entrada en Morilla del Pinar del coche fúnebre conducido por Juanjo Changa no muy felizmente acompañado por Evangelina González, la Nivea, hasta la partida final del pobre y cobardica Tadeo Balboa en forzada compañía de Amalia Solórzano.  De todo hay en esta sátira desopilante, cruel y tierna a ratos, del mundillo poético. De la mala leche ya he hablado y hay bastante. Incluida la que late de cintura para abajo. Porque lo que se nos cuenta, más que unas jornadas de retiro espiritual para ahondar en la esencia del acto poético, parecen unas jornadas para ahondar en la gozosa pluralidad del acto erótico. Ya se sabe que el sexo es el motor que mueve al mundo. Y los poetas no son ángeles asexuados encerrados en torres de marfil. El autor incluye porcentaje de cuotas de mercado: tantos homosexuales, una pareja de lesbianas, algún catalán periférico, metafisicos de pro y realistas a pie de calle. Y un ciego sexagenario con lazarilla, no de Tormes sino  de Valladolid  y no tan inexperta como aparenta a nivel poético y lúbrico. Las jornadas son un puro disparate humorístico. Envidas, rencillas, dimes y diretes, setas escatológicas más que alucinógenas, bebida por un tubo, suicidios en perspectiva, amores interesados, desamores de tres al cuarto, mucha mano izquierda por parte del organizador de las jornadas José Manuel Agüero Lopetegui, Lope e incluso algún cadáver. La mala leche se complementa con mala baba y abundantes apuntes colaterales. Cada lector puede asignar a los poetas que integran esta troupe circense salida totalmente de tono el nombre de algún poeta conocido para darle más enjundia al asunto. Pues como afirma el autor en la observación que precede a la lista de poetas invitados: A fin de preservar su vida y la  integridad de sus modestos bienes, el autor ha tenido la cautela de asignar nombres ficticios a los actores de la presente crónica...El resto es del todo verdad. Lo cierto es que esta deliciosa farsa de la corte poética con sus venganzas, rencillas y rencores de mercadillo escolar es demoledora. Si quieres tener un enemigo para toda la vida, nada mejor que ser poeta y amigo de poetas. La enemistad florecerá por sí sola. Ni siquiera tendrás que cultivarla. Un poeta es un ego con piernas. Esta novela, crónica o divertimento es una demostración de la premisa anterior. Los diálogos son casticismo puro: Ya te dije que llegaríamos los primeros, igual que los criados. / Estupendo. Así tenemos tiempo para una felación. / Cáscatela solo. No somos pareja. El enhiesto surtido de sombra y sueño, llámese  ciprés, situado frente al convento también da bastante juego en estas aventuras y desventuras del rebaño lírico por tierras yermas. Es difícil perder la sonrisa, cuando no dejar de reír abiertamente, leyendo página tras página los eventos consuetudinarios que acontecen en el convento de las hermanas siervas de las sagradas espinas de Jesús. Son infinitos los momento de placer literario que depara "Ávidas pretensiones". Eso sí, puede que no sea apta para el gremio poético y deban abstenerse de leerla algunos poetas. Al menos lo que carecen de sentido del humor.

jueves, 17 de abril de 2014

GRAN HOTEL BUDAPEST WES ANDERSON


Wes Andereson [Houston, 1969] nos sorprende con "El Gran Hotel Budapest". Una falsa comedia romántica o un falso drama de entreguerras con un riguroso, divertido y desacomplejado reparto de lujo asiático: Jude Law, Ralph Fiennes, Adrien Brody, F.Murray Abraham, Edward Norton, Tilda Swinton, Mathieu Americ, Harvey Keitel, Saoirse Ronan...Mal debe estar el asunto del trabajo para actores consagrados cuando grandes actores aceptan papeles que dos líneas aunque sea en una gran película como ésta. Ya lo he dicho. Gran película, grandes actores. Y no lo digo por su duración [99 minutos] ni porque ostente este calificativo en su título. Ni "Gran hotel" dirigida por Edmund Goulding en 1932,  con Greta Garbo y un reparto de campanillas y que duraba nada más y nada menos que 115 minutos ni "Hotel internacional" de 1963 con Elizabeth Taylot, dirigida por Anthony Asquith y que duraba 119 minutos me parecen grandes películas. Los hoteles son lugares de paso donde es fácil configurar microcosmos orgánicos de una sociedad en descomposición. A Wes Anderson le ha salido un microcosmos maravilloso y seductor, como su protagonista, y una parodia de un mundo que desaparece delante de nuestros ojos; quizás como está desapareciendo ese dichoso estado del bienestar que teníamos hace unos años. La sociedad avanza y no siempre es para mejor. La sociedad es un monstruo que se devora a sus hijos, a los hijos que la sostienen y la mantienen. Esta comedia dramática, ya que no está exenta de muertes mil, algunas bastante imaginativas, que tienes el robo de un cuadro como Mcguffin y el aprendizaje de la vida como tema esencial es un cautivador juego de cajas chinas con sorpresa o de muñecas rusas sorprendentes. Se recrea un mundo dentro de un mundo dentro de una mundo. Avanzamos de adelante hacia atrás. Desde la niña que lee "El gran hotel Budapest" junto al busto del autor de la obra, hasta el despacho del propio autor de la obra que incordiado por su nieto nos cuenta cómo conoció a la persona que le contó la historia y desde ese hotel Budapest en decadencia ya se nos habla de los hechos principales que conforman esta divertida  y sutil parodia adornada con una música estupenda de Alexander Desplat. Dentro de ella uno pierde el sentido del tiempo, que no del ritmo. Y de paso el espectador comprende también algunos de los mecanismos que mueven al mundo: el dinero y el sexo, claro. Y que a veces la nostalgia ayuda a sobrevivir porque los sentimientos son más importantes que el dinero: el dueño de el gran hotel Budapest ya ruinosos e improductivo conservándolo solo para mantener el recuerdo de un amor y de una amistad. Una forma de entender el mundo poco actual.  Al final se nos avisa que la historia está ligera y librementemente inspirada en los escritos de Stefan Zweig [1881-1942]. No podía ser de otra manera. Quizás este escritor judío austriaco y suicida no escribió ninguno de los hechos que se narran en la película, pero su espíritu, el de algunas de sus obras y especialmente el de "Die Welt von Gestern" [1942], "El mundo de ayer" su nostálgica, crítica y humanística autobiografía,  atraviesa la sustancia de "El Gran Hotel Budapest". 

sábado, 12 de abril de 2014

PALABRA, LUGAR ANTONIO GÓMEZ


Aprovecho que bajo a Murcia para la presentación de la antología-radiografía- mapa poético de estos años de crisis que es"En defensa propia"[Bartleby, 2014] en La Azotea para acudir al MUBAM a presentir la exposición "Palabra, lugar"  de Antonio Gómez Ribelles [Valencia, 1962]. Sí he dicho bien: presentir. Porque la exposición de Gómez Ribelles, se presiente. Es anterior al sentido. Anterior a la mirada y a la contemplación. Es como dejarte acariciar por el frío de la nieve, por el gélido aliento de una falsa nostalgia: la de unas fotografías antiguas encontradas en una caja de galletas. La luz es el milagro. Es difícil  que el milagro suceda siempre, pero aquí se logra. Los cuadros carecen de título. Son como fotogramas de una historia por contar. Una historia que debe ser contada, sugerida, mostrada y demostrada. Nos faltan fotogramas. Abundan las elipsis. Lo sugerido es siempre superior a lo evidente.  No decir- decir. La sustancia del sentimiento es el silencio. En el catálogo, unos versos de esa excelente poeta y traductora que es Natalia Carbajosa [Puerto de Santa María, 1971] dan una pista de por donde van los tiros: Saciado en el hambre de una historia, / una palabra, / un lugar / saciado en el cenit de su soledad, / su la intemperie, / .../el viajero medita  satisfecho...El tiempo de compone de palabras. Las palabras del mundo. Las que cuentan la historia apilada en cajas. Universos cerrados. Universos encajados. Felicidad efímera, instante perdurable en una fotografía. Toda la gama de los grises. Las importancia del encuadre. La vida sugerida en el milagro de una imagen que resume un lugar de la memoria: el pasado. La eterna mentira del pasado que más que recordarse, se evoca. Cómo recordar lo que no se recuerda si no es inventándolo. Resucitar el sueño. Una tarea condenada al fracaso de la eternidad. La plenitud del gozo, sentarse frente a cualquiera de estos cuadros y escuchar el silencio de nieve de la luz del tiempo. Museo de Bellas Artes de Murcia del 3 de abril al 1 de junio de 2014.