sábado, 30 de noviembre de 2013

LOS DÍAS MÁS FELICES RODRIGO HASBÚN


¿Cuentos, novela? ¿Género híbrido? Extraña mezcla en todo caso. Historias vagamente inconexas sobre el rito de paso de la adolescencia. Crecer es dolor. Crecer es doloroso y triste y sobre todo solitario. Un rito de paso solitario. Empezamos a dejar de ser hijos o hermanos de, para empezar a ser  amigos de, amantes de, para empezar a ser nosotros mismos o no. Algo más de lo ya lo éramos, o no, desde la infancia. Comenzamos a tomar decisiones, casi siempre equivocadas, pero nuestras. Comenzamos a comprender que somos el resultado de una suma y una resta. Predominan las pérdidas. Un poco de todo esto habla esta novela/libro de relatos de Rodrigo Hasbún [Cochabamba, 1981]. El titulo tiene mucho de ironía y leves implicaciones subliminales de los happy days de Bekett. La forma de narrar de Hasbún es dura e incierta, difusa. Coloca al lector en tierra de nadie. El lector es un naufrago en tierra de nadie. ¿Se puede ser un naufrago en tierra de nadie?. No hay un norte, ni un punto de orientación claro. La voz narrativa fluye, muta. Los puntos de vista cambian de una página a otra o en la misma página. En el muro narrativo hay más huecos de ladrillos. Las elipsis son brutales, cortantes. El sentimentalismo escaso. El futuro imperfecto, negro, un túnel sin salida. la precariedad emocional es la norma. La familia tampoco es un refugio. Vivir a la intemperie. Un puñado de héroes dispuestos al fracaso. Un fracaso que quizá no intuyen o quizá si. La prosa de Hasbún juega con lo neblinoso, se demora al narrar, cubre, borra, reescribe, niega y afirma y vuelve a negar y así constamtemente. Lo deja todo en el aire para que caiga a plomo, por su propio peso. Caída libre. Predominan las medias verdades; lo que no se dice sobre lo que se dice; lo que se niega sobre lo que se afirma. El ambiente es triste, los personajes tristes, el sexo es triste, el porvenir mísero. Los abuelos mueren. Los sueños también. Los deseos cambian. El miedo permanece. Porque el miedo es junto al sexo uno de los motores que mueven al ser humano. " Los días más felices" [Duomo, 2011] es un libro de fragmentos, de retazos, de retahílas al modo de Carmen Martín Gaite, de partes de guerra de un combate que desgasta y donde siempre se pierde. Sobre todo la inocencia. Ésa es la tragedia de vivir; sentirlo todo como pérdida. Ser capaces de asimilar que estamos en el tiempo para la muerte es un vano consuelo. Ser capaces de comprender que lo que seremos y dejaremos de ser, lo que querríamos ser y nunca seremos puede que nunca se cumpla y que el futuro quizá sea un poco cruel y despiadado no con algunos sino con casi todos,  tampoco ayuda. Al final el sabor es amargo. Pero no es la amargura del patetismo, sino la amargura que procede de la compresión profunda  de lo que implica o no implica vivir o no vivir. 

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