sábado, 26 de octubre de 2013

CRIATURAS ABISALES MARINA PEREZAGUA


Con cada autor uno debe empezar por el principio y el principio es "Criaturas abisales" [Los libros del lince, 2011]  breve volumen de relatos de Marina Perezagua [Sevilla, 1978], que leí hace un año, pero del que todavía no me había decidido a escribir aquí. Tan perturbado me dejó. Ahora que su segundo libro de relatos "Leche" descansa sobre la pila de libros que tengo pendientes de leer, aprovecho para volver a revisar mis notas sobre ese libro de apenas 140 páginas y catorce relatos. "Criaturas abisales" es una apuesta. Es un riesgo. Es fantasía en estado puro. La fantasía de los mitos cotidianos latente en los esquemas que heredamos de padres a hijos. Una joven impenetrable que es la máxima atracción de un circo. Un hombre que en un mundo desolado amamanta a otros seres.  El realismo no es la nota predominante. Lo onírico se impone abiertamente. Las relaciones de pareja son extrañas, desasosegantes. Las de los hermanos entre sí, o entre padres e hijos, también. Véase "Gabrielle" Y no digamos las de los abuelos y los nietos. " El testamento", quizás el cuento que más me ha removido por dentro y más me ha perturbado. En la mayoría de los relatos hay un fondo o un trasfondo enfermizo y  un fuerte componente  de pulsión sexual, en el aspecto  siniestro que puede tener el sexo, no en el aspecto lúcido y erótico, que queda claro y explicito en el primer cuento del libro "Lengua foránea".  Algún cuento es ingenioso en su idea, pero lo interesante del conjunto de relatos es su fría distancia con respecto al hecho que relata. Incluso si están contados en primera persona como por ejemplo "Bodas de oro" o "Desraíceme, por favor". Cada cuento es un universo cerrado en sí mismo con sus propias leyes internas. Suceden en lugares diferentes, tratan de asuntos distintos, pero la mirada de la narradora los unifica y los transforma en propiamente suyos e intransferibles. Es una mirada transversal e hipnótica. A ratos cruel. De una crueldad literaria perfecta. Ese final de "El testamento" con la abuela y el nieto y la amenaza del hambre. Hay un alegato en defensa de la fantasía como método de supervivivencia "Fredo y la máquina". Hay universos paralelos. Perezagua no apuesta por los principios efectistas ni por los finales tremebundos, sino que confía en el desarrollo de la historia para crear un clima. No da nada por supuesto. Nos introduce en el relato directamente y nos obliga a aceptar los hechos consumados. Una lengua  suelta que viaja en avión, un hombre que amamanta, una pareja que se va a vivir al mar, una chica en estado vegetativo que se enamora del chico con el que comparte habitación y respirador; una muchacha sexualmente impenetrable. Aceptada la premisa lo que viene después es la tolerancia humana a la ley de la fantasía. Ésa que tan bien domina Marina Perezagua. Parafraseando con algún ligero cambio el principio de uno de sus relatos: Como cualquier virus, la fantasía se contagia. Los casos no son frecuentes, pero sí fatales.  Pues ya saben, a contagiarse toca. 

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