lunes, 5 de agosto de 2013

EL CAMINO QUE VA A LA CIUDAD NATALIA GINZBURG



Admiro a las mujeres fuertes que saben lo que quieren, aunque, a veces, crean que no saben lo que quieren. Admiro a Natalia Ginzburg [Parlermo, 1916 - Roma, 1991] Natalia Ginzburg no se llamaba en realidad Natalia Ginzburg. Se llamaba Natalia Levi. Ya se ve, raíces judías. Una luchadora. Tomó el apellido de su primer marido Leone Ginzburg -intelectual, antifascista, ruso-, asesinado en Roma en 1944. Natalia hizo todas las cosas que debía hacer una mujer de su época. Se casó, tuvo hijos, enviudó, se volvió a casar,  tuvo más hijos, trabajó, participó como actriz en una película de Pier Paolo Pasolini [ El evangelio según san Mateo, 1963] y publicó libros. Unos cuantos, no muchos, pero sumamente interesantes la mayoría. El primero se titula: "El camino que va a la ciudad". Lo publicó, como la mayoría de sus obras la editorial Einaudi en 1942. El título lo eligió su marido. No lo publicó ni como Natalia Ginzburg ni como Natalia Levi. Lo publicó como Alessandra Tornimparte. Es una novela. Una novela corta. La edición de Bassarai que poseo tiene 117 páginas incluyendo un magnífico Pequeño apunte biográfico a cargo de la autora. Una joya. En el apunte ella dice: Cuando escribí El camino que va a la ciudad quería que cada frase fuese como un latigazo o una bofetada. Ciertamente lo consigue. No hay nada ajeno a la dinámica del relato dentro de la narración. Todo es escueto, seco, árido incluso. Me ha costado entender al personaje principal. Mientras la leía pensaba que la autora había elegido al personaje equivocado para contar la historia  necesaria. Al terminar quizás pensaba que Ginzburg había elegido al personaje necesario para contar la historia equivocada. La historia es melodramática, pero no es sentimental ni apela a la lágrima. La miseria es mucha. El amor innecesario. Es una novela feminista que intenta no parecerlo. Delia no acaba de encajar. Es un personaje más pasivo que activo. Se deja llevar. Sus actos como personaje activo no la conducen a ninguna parte. Ni siquiera sabe si está enamorada de su primo. Es un personaje principal que no cae simpático y sin embargo es la heroína de esta historia de progreso social y liberación de las normas morales impuestas. A su alrededor, los padres, el primo alcoholico, los hermanos, la tía modista, la prima condenada a la soltería, Azalea, la hermana casada con un hombre mayor y sus amantes, Giulio y su familia. Y todo eso en 98 parcas, austeras y descarnadas páginas. Un prodigio de contención literaria.  Un universo concentrado y duro como una piedra arrojada contra la moral imperante. Pura dinamita literaria. Pueden leer otras obras de la Ginzburg, pero todo está ya en "El camino que va a la ciudad". Y para los que se niegan a leer o prefieren el cine, acérquense a la obra de esta mujer aunque sea a través de director interpuesto. Busquen la versión de "Caro Michele" dirigida por Mario Monicelli en 1976 con Delphine Seyrig y Aurore Clement o las más reciente adaptación llevada a cabo por Salvador García Ruiz en 2003 de "Las voces de la noche. Pero, desde luego, si pueden lean; lean a Natalia Ginzburg.

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