domingo, 26 de mayo de 2013

UN MONTÓN DE GATOS EIDER RODRÍGUEZ


Me quedó un buen sabor de boca del anterior libro de relatos de Eider Rodríguez [Rentería,. 1979] titulado contundentemente "Carne" [2009, 451 Editores] Me quedó tan buen sabor de boca que he decidido repetir menú. Esta vez con "Un montón de gatos" [2012, Caballo de Troya] Si en "Carne" la autora realizaba una autopsia descarnada de las debilidades e insuficiencias emocionales de unos personajes actuales y reconocibles, nada extraordinarios, sino más bien gente ordinaria,  de a píe,  con problemas de a píe y sueños de andar por casa, en su nuevo libro de relatos ahonda y profundiza  en lo que entonces mostraba con certera precisión. Eider Rodríguez tiene ojo clínico y coloca la lupa de su mirada sobre las debilidades del ser humano corriente, sobre la mezquindad de esos animales domésticos llamados seres humanos  y sobre la reiteración de comportamientos emocionales frustrados, frustrantes o al borde del abismo. De catorce relatos pasamos a ocho.Y esta vez parece que la autora ha realizado la autopsia con una navaja barbera o con un cuchillo de carnicero  en lugar de con un escalpelo o un bisturí. Sea navaja o cuchillo, con ambos se maneja  muy bien y da los tajos donde tiene que darlos. Sea con navaja o  con cuchillo a perpetrado -verbo que considero positivo y nada aleccionador-, ocho refinadas y notables disecciones  quirúrgicas sobre la mediocridad existencial de unos personajes atrapados entre la realidad y el deseo; entre su realidad y sus deseos. La vida en pareja puede ser un infierno si la pareja no sabe muy bien a qué atenerse porque no encuentra los límites exactos de su propia definición de pareja. Esto nos los propone "Sed". Donde una pareja se despelleja verbalmente. Los personajes de Eider Rodríguez soportan difícilmente la verdad de sus vidas. Y es que la verdad no nos hace libres. La verdad nos torna insoportables para nosotros mismos y para los demás. El entorno de los personajes suele ser un entorno de carencias, de  desafecciones, de grietas entre lo que sienten y lo que anhelan, entre lo que quisieran y lo que poseen. Hay un baremo metafísico del fracaso en estos relatos. Hay una gradación del desgaste emocional que conlleva vivir día a día y de la devaluación que presupone que seamos animales finitos con un final predecible. Hay una tesis que se dice entre líneas. Se nos habla de la imposibilidad de cambiar, estamos condenados a tener los mismos defectos y carencias que teníamos a los diez años. No mejoramos con la edad, empeoramos. Perdemos valor de mercado. Nos transformamos en mercancías averiadas. Y la autora puede simbolizar esta idea en un relato tan perturbador como "La muela". Viajamos hacía el desencuentro. Las medias distancias no son posibles y si los son, son casi insoportables. Como la verdad. La vida es dura, la mediocridad la norma. El orden de lo ordinario es lo que reflejan estos relatos que hablan casi sin levantar la voz de asuntos profundos y perturbadores. Así sin levantar la voz. Y nosotros tenemos que acercarnos a ellos como si nos acercásemos a un felino peligroso. Un gato solo no suele ser un problema grave, un montón  de gatos sí que suele ser un problema. Ronronean con falsa suavidad antes de lanzarnos el zarpazo hiriente y arañarnos la piel de la conciencia. 

sábado, 11 de mayo de 2013

LA VIDA INTERIOR DE LAS PLANTAS DE INTERIOR PATRICIO PRON


Del mismo modo que Italo Calvino hablaba de las ciudades invisibles, se podría hablar de los países invisibles. Algunos escritores son como países invisibles, hasta que uno los descubre y quiere visitarlos y conocerlos a fondo. Un amigo me habló de una ciudad llamada  "El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan" [2010, Mondadori] situada en un país conocido como Patricio Pron [ Rosario, 1975]. Las ciudades invisibles del país Patricio Pron eran todas sugerentes, pero decidí empezar por visitar la que mi amigo me había sugerido. Supongo que el viaje me pilló en un mal momento de mi vida. Encontré que "El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan" era una ciudad fortificada e inexpugnable. Su muro era demasiado alto y sus fosos excesivamente profundos. Logré entrar pero apenas recorrí dos o tres de sus calles. Debió ser una mala época para mí. Pero soy de los que nunca se rinden, de los que persisten. Tarde muchos años en entrar en una ciudad llamada "Si te dicen que caí" y la recuerdo por encima de otras muchas que visité con más facilidad. Puede que si algo no te cuesta un esfuerzo no merezca la pena. He vuelto al país Patricio Pron y esta vez he podido entrar en  una de sus ciudades más singulares y extraordinarias. La ciudad se titula " La vida interior de las plantas de interior" [2013, Mondadori]. Es una ciudad con doce calles y una plaza con perro. Los nombres de las calles son sugerentes: Un  jodido día perfecto sobre  la tierra;  Como una cabeza  enloquecida vaciada de su contenido; El nuevo orden de la última lluvia; Rododendro, trasdencantia, tillandsia, bromelia; Algunas palabras sobre el ciclo vital de las ranas.  Son calles de doble dirección. Calles que se cruzan en el orden caótico de un mapa trazado por el azar, la soledad y el desarraigo. Los personajes que habitan las calles de esta ciudad se aferran a pequeños gestos rutinarios y tristes que les ayudan a sobrevivir y a sobreponerse a una realidad atroz porque es la única realidad posible en ese momento imposible de sus vidas. En "El nuevo orden de la lluvia", un error se paga. Lo cierto es que todos los errores se pagan. Antes o después. La vida es un juego de máscaras que nunca sale bien por mucho que nos empeñemos en que salga bien. Los sueños siempre terminan derrumbándose. Que se lo pregunten a los dos mediocres aprendices de escritor que merodean por "Trofeos de amantes que han partido". Pron es capaz de desenmascarar el don de la banalidad literaria. Tanto en ese relato como en ese  otro relato sobre un jurado de premios literarios que es "Un jodido día perfecto sobre la tierra". Y es capaz de contarnos una historia al revés como si abriésemos un juego de muñecas rusas. Una historia que sucede en muchas partes y en tiempos diferentes y que habla como todo el libro del azar caótico de una sociedad como la actual completamente globalizada. También nos habla de algo parecido al amor o al desamor  obsesivo en "En tránsito" y en "Rododendro, trasdencantia, tillandsia, bromelia". Y  puede fascinarnos con un trampantojo literario, situándose en el centro de un relato como es "Diez mil hombres". Un perro nos puede contar su historia y elaborar una teoría cubista y anticomunista de la crítica del arte moderno. Hay un actor porno de 24 años enfermo de sida en ese relato de final bíblico que es "La cosecha". Y Patricio Pron tiene el don de poder contarnos, actualizada, una historia de O´Henry al modo del "El encargo" de Friedrich Dürrenmatt, o sea, sin un punto y seguido, sin un punto y aparte en "Algo de nosotros quiere ser salvado". Pasear por estas calles como si fueran relatos únicos, imposibles de contarse de otra manera, produce un extraño placer. El placer de lo extraordinario. De estar ante un autor que es en sí mismo un género literario. El género literario Patricio Pron. El país imaginario Patricio Pron. Los comienzos de sus historias son tan sugerentes que sus finales son irrelevantes. La estructura de sus cuentos es como juntar sobre una mesa objetos diferentes que una vez ordenados nos cuentan una historia, pero que ordenados de otro modo nos contarían otra historia. Cada relato de Patricio Pron es singular, fronterizo y característico; una calle con personalidad propia. De cada uno de ellos saldrás renacido. Es urgente acudir a esta ciudad o a cualquier otra de ese país imaginario que tiene un lugar ineludible en el mapa de nuestras bibliotecas. Es urgente leer a Pron porque como afirma el protagonista de "Algunas palabras sobre el ciclo vital de las ranas": ...los escritores que amamos nos sirven de consuelo y de ejemplo a menudo sin que ellos mismos lo sepan siquiera y que en ese sentido son tan imaginarios como sus personajes o las tierras que imaginan y pueblan. Visiten "La vida interior de las plantas de interior" y disfruten.

sábado, 4 de mayo de 2013

AYER NO TERMINA NUNCA



Existen libros necesarios y películas necesarias, como existen amigos necesarios. "Ayer no termina nunca" de Isabel Coixet es es película necesaria. En especial en los duros tiempos que corren. Qué es una película necesaria? Pues vayan ustedes a saber lo qué es. Pero es ése tipo de película que cuando uno acaba de verla sabe que no podría existir ni antes ni después. Solo en el momento actual. Y es necesaria porque radiografía el cadáver podrido de una sociedad corrompida y anestesiada. Las película se ambienta en 2017. No demasiado lejos, pero el país no parece ofrecer mejores perspectivas que las actuales. Un futuro no muy lejano y desolador. Un pasado doloroso. Un espacio único y privilegiado: un cementerio. Dos actores Javier Cámara y Candela Peña, que se confunden emocionalmente hasta convertirse en Javier Peña y Candela Cámara. Mucho blablabla. Mucho primer plano de rostros y hojas y lluvia y paredes. Tiempos muertos. Uno se pregunta qué hubieran hecho con este argumento Antonioni o Bergman. Es una utopía cinematográfica. Queda lo que ha filmado Isabel Coixet con tesón y elegancia y sale bastante bien parada del intento. Entre los diálogos hay breves pullas  y críticas a la situación social y económica del país. Sobre la idiosincrasia de los españoles. Los que se marchan, los que se quedan.¿Quién es el cobarde? Cómo se asume el dolor y el fracaso. Como el poeta uno se pregunta, los personajes también, aunque nunca lo formulen verbalmente: ¿A dónde va el amor cuando el amor termina?Pues eso. Una película necesaria o innecesariamente necesaria sobre el amor, el desarmo, el dolor y la culpa. No les digo que vayan a verla. No es apta para todas las mentes. En la sala éramos tres personas. Sin embargo "Ayer no termina nunca" debería exhibirse permanentemente en una sala aunque no fuese nadie a verla. Como esos pobres que vemos pidiendo en las puertas de las iglesias y de los supermercados  y que nos recuerdan con su presencia qué somos y cómo hemos llegado a ser lo qué somos.