domingo, 10 de marzo de 2013

CASA DE MUÑECAS


Rescato de mis lecturas de estos últimos meses de silencio bloguero,  pero no de lector caótico, "Casa de Muñecas". No, no vayan a pensar que me ha dado por el teatro de Henrik Ibsen, a quien admiro profundamente. Tampoco se trata del famoso cuento de Katherine Mansfield y que me he olvidado el artículo femenino del título. No, "Casa de muñecas" es la última construcción literaria de Patricia Esteban Erles [Zaragoza, 1972] de quien ya comenté en el pasado otro libro de relatos: "Azul ruso", publicado también, como éste en Páginas de Espuma. Y digo construcción literaria porque la autora ha edificado con palabras una metáfora - entre victoriana y gótica- donde habitan a partes iguales el miedo y el deseo. El miedo es el hombre del saco y el deseo es un fantasma. Y ambos se pasean por esta casa de muñecas sin sótano de los castigos, pero con cripta y desván, y habitación para niños dudosos y biblioteca para lectores compulsivos o no. El mobiliario antiguo ayuda. Pero la autora no renuncia a colocar junto a la cretona  y el encaje una lavadora último modelo con cabeza giratoria de amante poco satisfactorio o un frigorífico ecológico de los de bajo consumo, suponemos. La ternura se mezcla con la ironía. Los fantasmas con los espejos. Las muñecas con las niñas crueles. Los sueños con las pesadillas. Algunas historias te harán perder la cabeza, en otras es mejor que no te asomes debajo de la cama. Son microrrelatos con doble filo. Te puedes cortar con ellos. Lleva cuidado si sangras, puede aparecer algún vampiro autóctono. Uno podría guardar la infancia en la nevera para que se conserve mejor. "Casa de muñecas" es un juego literario y metaliterario, un divertimento elegante y culto para lectores atentos a las puertas entreabiertas y a los cadáveres exquisitos. En esta casa de muñecas que se asemeja a un parque infantil del horror familiar, vivos,  muertos y personajes de cuento conviven con cierta y pasmosa naturalidad. Las madres muertas visitan a su hijas. Los ojos son canicas en las manos adecuadas e incluso podrían vislumbrar el futuro del pasado. Patricia Esteban Erles se mueve en estos cien microrrelatos y en estas diez estancias entre lo conmovedor y el escalofrío de lo espeluznante. Nos clava el cuchillo de su desbordada fantasía y se queda a mirar cómo mana la sangre del cuerpo del lector. Hace hincapié en el detalle. El detalle lo es todo. Sobre todo en un microrrelato. Nada sobra, nada falta en la inmensa mayoría de lo que ocupan estas estancias. La casa tiene incluso exteriores. Para la decoración de interiores y las ilustraciones ha contado con la colaboración de Sara Morante [Torrelavega, 1976]. Una decoración, por cierto, exquisita. La autora se permite el lujo incluso de hacerle un homenaje a su segundo libro de relatos " Manderley en venta" [Troppo, 2008] en el relato " Manderley en llamas". No sé ustedes, pero cada vez que deseo escapar de la realidad terrible que nos rodea y asola este país de politicastros fantasmas capaces de pactar con el diablo por una alcaldía de mala muerte, abro "Casa de muñecas" y me leo un par de relatos. Es como perderse en una película antigua de serie B, solo que aquí se trata de literatura moderna de serie A;  construida con materiales antiguos perfectamente reciclados. El resultado es literatura noble de alta calidad meditativa. Un valor añadido es el acabado del libro. Yo que odio el libro, excepto para determinados temas, poder tener entre mis manos un libro como éste, me produce una extraña emoción. Tiempo al tiempo, con lo años, esta " Casa de muñecas" acabará convirtiéndose en un incunable, en un objeto de culto para lectores y coleccionistas sibaritas. 

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