miércoles, 29 de febrero de 2012

LOS DISPAROS DEL CAZADOR, RAFAEL CHIRBES

Está bien que algunos autores se pongan de moda. Rafael Chirbes [Tabernes de Valldigna, 1949] se ha puesto de moda tras el éxito de su novela "Crematorio" y de la serie que sobre ella se ha rodado para televisión. Está bien que los buenos autores se pongan de moda y se les reconozca su valía. El próximo viernes viene a Alicante, al ADDA, a las 20.15, dentro del ciclo "Cada cual" que organiza el Instituto de Cultura Juan Gil-Albert. Para tal ocasión he releído "Los disparos del cazador" [Anagrama, 1994] una novela que se adhiere al genero que denomino la-automoribundia, un poco al estilo de los palabros de Gómez de la Serna. El protagonista desde la última vuelta del camino echa la vista atrás y rememora su vida, su fracaso vital, porque de eso se trata de un fracaso vital en toda regla, aunque parezca lo conctrario, amenizado con el ruido de fondo de la posguerra, época de trapicheos y negocios enlodados, tal cual ahora mismo en este presente nuestro mayestático y quevedesco a parte iguales. Me gusta que "Los disparos del cazador" sólo tenga 136 páginas. Me gusta su economía verbal. No necesita ni una más. Con sólo mostrar las grietas intuimos el abismo. El autor hace de la brevedad virtud. Nadie es inocente. Nadie es culpable. Las culpas se reparten a partes iguales. Ni gritos ni desgarros, el protagonista intenta justificarse sin justificarse y se pregunta " porque no puede haber recuerdos sin memoria". La reflexión sobre la vejez es absolutamente pesimista y certera. Dice el protagonista que la felicidad no se recuerda. También afirma que no es necesario perdonar a quien dice la verdad. Dos definiciones para terminar. Una definición de lo que es la vida: " Uno se pasa la primera mitad de la vida vistiéndose y la segunda mitad, desnudándose". Y otra de para qué sirve, en caso de que sirva para algo en este tiempo de materialismo agónico-dialéctico, la poesía: "...la poesía es necesaria porque te hace vivir por encima, en el espacio puro en que crecen los sueños y las ideas". Quien busque explicaciones sencillasque se vaya a otra parte.

miércoles, 8 de febrero de 2012

EL CAPITÁN SALIÓ A COMER Y LOS MARINEROS TOMARON EL BARCO, CHARLES BUKOWSKI



Charles Bukowski [Andermach, 1920-Los Angeles, 1994] me acompaña desde hace mucho tiempo. Mi hermano menor es un fan del autor nacido en Alemania y Bukowski es uno de los pocos autores que he ido leyendo a través de los años en libros prestados -a pesar de que soy uno de esos maniáticos que sólo leen aquello que compran. "El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco", traducido por Roger Wolfe y reeditado en la colección Compactos de Anagrama en 2012 es el segundo libro de Bukowski que compro tras "Poemas de la última noche de la tierra [ Editorial DVD, 2004]. Y lo he comprado porque se trata de un diario y porque soy adicto a los diarios, sobre todo si son de escritores, y a la música de Paul Morrisey y a otras tantas cosas que no es cuestión de detallar. En estos diarios, escritos con la lucidez de la casi posteridad, aunque el autor siempre escribió más para sí mismo que para los demás, Bukowski es fiel a sí mismo y diría que incluso más fiel que nunca. Reflexiona y disecciona su decadencia con el sentido crítico de un entomólogo literario cínico y nihilista. Sus elucubraciones de septuagenario son como disparos a la cabeza del lector. Certeros disparos: "Un escritor no se debe más que a su escritura". Una obviedad, pero cuántos escritores de tres al cuarto de los que tanto publican actualmente se lo han planteado. "Con el dinero sólo hay dos problemas: tener demasiado o tener demasiado poco"; "La inmortalidad es un estúpido invento de los vivos"; "La mayoría de la gente no está preparada para la muerte, ni la suya ni la de nadie. Les sobresalta, les aterra"; "Lo terrible no es la muerte, sino las vidas que la gente vive o no vive hasta su muerte"; "El dolor no crea la escritura, la crea un escritor"; "La escritura tiene algo que atrae a los farsantes"; "Cuando has leído una cierta cantidad de literatura decente, simplemente no hay más"; "La vida creativa de la mayoría de los escritores es corta. Oyen los aplausos y se los creen"; "La mayoría de la gente cae víctima del miedo. Temen tanto al fracaso que fracasan"....y así podríamos seguir, porque Bukowski es implacable con el gremio literario y con la realidad social y económica de la época; que parece no era muy distinta de la nuestra. Su análisis de aquellos años podría reutilizarse en este país nuestro que los políticos están terminando de apañar a su gusto y nosotros como borregos sumisamente adoctrinados en los templos del analfabetismo cultural lo acatamos. Palabras clarividentes las de este pasaje del diario de Bukowski: "Las cosas están peor de lo que el gobierno o la prensa quiere admitir. Los que siguen manteniéndose a flote dentro del sistema económico no quieren soltar prenda...Bueno, todavía me queda la pensión...pero eso podría acabarse también. Imaginaos a todos los viejos vagando por la calle sin sus pensiones. No descartéis la posibilidad. La deuda nacional podría hundirnos como un pulpo gigante. La gente acabaría durmiendo en los cementerios. Y al mismo tiempo, hay una costra de ricos que viven encima de la podredumbre. ¿No es asombroso? Hay gente que tiene tanto maldito dinero que ni siquiera sabe cuánto tiene...los ricos siguen ahí, ellos siempre han encontrado la manera de ordeñar al sistema". Se puede decir de otras maneras, pero no más claro.

sábado, 4 de febrero de 2012

EN LA MUERTE DE WISLAWA SZYMBORSKA


En este caso, una imagen no vale más que mil palabras. Y sin embargo... ésta es una de las fotografías que prefiero de la premio Nobel de 1996 y autora de "Pincipio y fin" la escritora polaca Wislawa Szymborska [Prowent, 1923-Cracovia, 2012]. La retratada parece frágil, inteligente e irónica. Hay una prudente distancia, una elegante suficiencia. Su muerte nos deja un poco más solos, un poco más desamparados en la estepa siberiana de este febrero de recortes y congresos socialistas, instantes antes de conocer el veredicto. Mi admiración por ella me llevó a perpetrar un pequeño homenaje imitando uno de sus poemas "Fenómeno de la naturaleza" en mi libro "Impostura" [2006]. Ella ha vivido lo suficiente para poder dejarnos incluso su propio epitáfio:

Aquí yace, como la coma anticuada,
la autora de algunos versos. Descanso eterno
tuvo a bien darle la tierra, a pesar de que la muerta
con los grupos literarios no se hablaba.
Aunque tampoco en su tumba encontró nada
mejor que una lechuza, jacintos y este treno.
Transeúnte, quita a tu electrónico cerebro la cubierta
y piensa un poco en el destino de Wislawa.

Nosotros nos quedamos un poco más solos, un poco más desamparados y ella andará riéndole las gracias a la muerte. Descanse en paz y como nos pide pensemos un poco en su destino, que no es otro que el nuestro.