miércoles, 20 de abril de 2011

TRABAJO DE CAMPO, RACHEL SEIFFERT


Rescato de la mesa de espera de los años "Trabajo de campo" de Rachel Seiffert [Oxford, 1971] publicado por Alpha Decay en el año 2006. Cada libro tiene su tiempo, sobre todo si el lector carece de él. La espera ha merecido la pena. Los relatos de Rachel Seiffert alcanzan la densidad pétrea de una piedra preciosa. Están tallados con pasión y precisión y su superficie es tan brillante y pulida que uno no es capaz de apreciar otra cosa que su belleza tensa y perturbadora. Lo curioso es que los relatos que componen "Trabajo de campo" indagan en las grietas morales del ser humano y existe una evidente paradoja entre la forma y el fondo. El mayor de los dramas es narrado con una naturalidad y serenidad propias de una historia insustancial. Ésa es la principal virtud de esta autora. Su manera de narrar manteniendo las distancias; imponiendo una distancia que no es tal distancia; una indiferencia que no es tal indiferencia. Rachel Seiffert lo fía todo al estilo. Y como afirma Susan Sontag en sus diarios "Realmente es el estilo lo que importa. El estilo elige la trama". Descripciones que respiran naturalismo; diálogos breves, finales abiertos, tenues. La narradora tiene algo de entomóloga de las emociones del alma. Sus comienzos son claros y significativos. Marcan un tiempo y un espacio. Lo que cuentan estos relatos suele ser terrible, una fractura interna de la personalidad; aunque no nos parezca tan terrible por la falta de énfasis que la autora pone en contar lo que nos cuenta. Menos es más. Lo terrible deviene cotidiano. Un ejemplo: "El río". El fracaso es la norma de la casa Seiffert; aunque en algunos momentos deja la puerta abierta a la esperanza. "El pasaje del arco"; pero la mayoría de las veces, la dureza del relatos impone sus reglas. Son relatos para leer con cuentagotas. Hay que dejarlos reposar. Hay que dejar un tiempo entre unos y otros y quizás volver sobre ellos cuando el tiempo nos aclare las ideas y lo esquivo se torne luminoso.

lunes, 4 de abril de 2011

LOS CRÍMENES DEL PROFETA, MEHMET MURAT SOMER


Si les apetece leer algo intrascendente, pero ligeramente progre; algo un poco antiguo, pero con sus dosis de glamour y champagne; algo brutal y al mismo tiempo sofisticado; algo con unas gotas de sangre, algo de esperma, apuntes cinematográficos - no podía faltar la referencia a Almodovar-y un popurrí musical donde cabe desde la música culta hasta una representante del festival de eurovisión, humor en diferentes estratos -desde el vulgar de andar por casa, hasta algún diálogo de alta comedia, tipo: nadie es perfecto-, no tienen más que comprar "Los crímenes del profeta" [Ediciones B, 2010] de Mehmet Murar Somer [Ankara, 1959]. Ésa es su novela. El argumento es delirante y el título, bastante descriptivo: en la Estambul actual y aledaños alguien asesina travestis con nombre de profeta. Como nadie parece preocuparse por el asunto, la dueña, también travesti de un night club comienza a investigar por su cuenta sin casi despeinarse. El buen gusto siempre es el buen gusto y un travesti siempre tiene sus horas para la pelu, la depilación y otros menesteres. Por momentos, la sonrisa se nos hiela en los labios. Alguna descripción estremece y lo que importa no es el esclarecimiento de los asesinatos sino la crítica a una sociedad cerrada e hipócrita, que como los sueños de la razón, produce su propios monstruos.Un coctel explosivo; una mezcla entre las novelas del inspector Brunetti de Donna Leon y las deslenguadas protagonistas de los monólogos dramáticos de Eduardo Mendicuti. Si hasta ahora apenas contábamos con novela policíaca turca en castellano con excepción de "Último acto en el Bósforo" [Roca Editorial, 2006] y ""Un cadáver junto al Bósforo" [2008] de Celil Oker [ Kayseri, 1952] esperemos que ediciones B, traduzca las seis novelas restantes de la serie protagonizadas por nuestra investigadora travesti favorita.